Soy inconstante conmigo mismo.
Aceptemos eso. Abrecémoslo como una pequeña verdad absoluta.
Pequeña, pero verdad. Resulta que las verdades
siempre vienen bien cuando se trata de retomar tareas olvidadas. Son útiles
como frases de inicio, pues parece que dan asidero a todo. Reorganizan el
pensamiento, incluso cuando en la verdad se esconde la inconstancia.
Soy inconstante conmigo mismo, y supongo que eso significa
que siempre acabo condenado a utilizar ecuaciones complejas para resolver
operaciones que debieran resultar mucho más sencillas. Ser inconstante con uno
mismo, se traduce, a niveles menos matemáticos, en esta perentoria necesidad de
tardes reflexivas, de guardar pensamientos en libretas y de colocar puntos en
determinadas fechas. A veces, cuando no me siento acompasado con el movimiento
del mundo, me mareo. Llegan cambios de versiones, escribir canciones, obligarme
a dormir mucho más para soñar, leer, pasear… listas de deseos y recetas de objetivos, para
al menos hacerme creer que puedo llegar a bailar al compás.
Cuando me aburro de mi mismo
hago muñecos psicotrópicos con nieve
o juego al escondite con el mundo
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Nunca me ha gustado el invierno. No me gustan ni el frío, ni
los días cortos, ni esa sensación de que la vida se extingue, o al menos se
esconde asustada. Mis inviernos suelen ir ligados a situaciones de dolor y éste,
como constante dentro de una vida inconstante, volvió a dejarme su poso de
muerte poco después del cambio de año. También trajo recuerdos de tiempos
pasados, melancolía de proyectos frustrados y un aniversario de mi vida abalanzándose
contra un camión. Buenas semillas para un incremento de la desorientación, para
el convencimiento de una necesidad de reprogramación.
Seis meses deslocalizado. Algunas mañanas me he despertado sin
saber si estoy en mi cama, en la suya, en Calatayud, en Huesca, en Salamanca,
en mi casa, en Madrid, en un piso de amigos o en un hotel. Muchas noches las
paso dando vueltas y con mis piernas buscando el calor de otras que no están en
ese lugar.
A la deslocalización geográfica se une la desmotivación con el tiempo que vivo y con el resultado de las decisiones que tomo. Es duro no sentirse dueño de tu propia vida y seis meses de fracasados intentos se traducen en largas listas de nuevos proyectos. Salir a correr. Romper con esa estúpida vergüenza al pasado y volver a la ciencia. Reencontrarme con la naturaleza. Escribir en el blog. Sonreir también cuando estoy a solas.
A la deslocalización geográfica se une la desmotivación con el tiempo que vivo y con el resultado de las decisiones que tomo. Es duro no sentirse dueño de tu propia vida y seis meses de fracasados intentos se traducen en largas listas de nuevos proyectos. Salir a correr. Romper con esa estúpida vergüenza al pasado y volver a la ciencia. Reencontrarme con la naturaleza. Escribir en el blog. Sonreir también cuando estoy a solas.
Lo último es muy importante.
Siempre me ha gustado la historia de la marmota Phil de Punxsutawney,
más allá del recuerdo de Atrapado en el Tiempo. No como curiosa peculiaridad
sociológica, y mucho menos como método de predicción estacional, pero sí como
historia que esconde una poderosa fuerza poética.
No en vano, tenemos una marmota que predice el alargamiento o no del invierno basándose siempre en un único factor: el miedo a su propia sombra. En términos subjetivos, ella pensará que siempre acierta, pues es el miedo quien la obliga a volver asustada a su madriguera y a no salir de allí en un tiempo. Da igual si fuera las plantas florecen al día siguiente. Para ella, en su madriguera, seguirá siendo invierno.
No en vano, tenemos una marmota que predice el alargamiento o no del invierno basándose siempre en un único factor: el miedo a su propia sombra. En términos subjetivos, ella pensará que siempre acierta, pues es el miedo quien la obliga a volver asustada a su madriguera y a no salir de allí en un tiempo. Da igual si fuera las plantas florecen al día siguiente. Para ella, en su madriguera, seguirá siendo invierno.
Tal vez el fin del invierno sea algo también subjetivo para
todos nosotros. Quizá llevo seis meses con una sed de eucatástrofe primaveral
que me impide ver que la sensación de invierno y la desorientación son causadas
por el temor a mi propia sombra. Tal vez la única necesidad de alegría parta de
mí mismo, no del mundo.
Así que hoy he estado leyendo a Benedetti. Y anoche conseguí
desembarazarme por un momento del ladrillo que muchas veces empareda mi mente. Por
un momento volví a hacer volar ideas, por estúpidas que sean, sin fijarme en
las formas de sus sombras. Hoy retorno a
este proyecto y con intención de emprender otros nuevos. Tal vez mañana escriba
sobre chimpancés. Tengo ganas de elogiar la alegría y compartirla con quien la
merece.
Tal vez lo único que todos necesitamos es defender día a día
la alegría.
Ya sabes que Phil es peor que una escopeta de ferias. Falla demasiado ^.^
ResponderEliminarFeliz día de la marmota, mozo!